La otra fuente que forma parte del pensamiento cristiano medieval es la tradición judía, a partir de la que surge un pensamiento judeo-cristiano con carácter social y económico. Se va incorporando a la sociedad y creando un marco ideológico en continua evolución desde época medieval.
Los temas del pensamiento bajomedieval-altomoderno son: la pobreza, el trabajo y la usura e interés:
- Pobreza. Las raíces últimas del debate de la pobreza se encuentran en el cristianismo. Desde el pensamiento cristiano, la riqueza es sospechosa, mientras que la pobreza está más próxima a la virtud, planteamiento que dará lugar en el siglo XVI a un debate muy rico. La pobreza es de origen divino y de orden providencial y tratar de hacer fortuna con el trabajo, que debía ser objeto para mantenerse en la condición en que cada cual ha nacido, y no para enriquecerse, es caer en la avaricia, que es pecado (Pirenne, 1974:17). Dentro del cristianismo, el pobre es un sujeto que debe ser mantenido por la sociedad, creando un problema económico que irrumpe en un debate en el que, progresivamente, el pobre va perdiendo su situación ventajosa.
En Castilla, Fray Domingo de Soto va a defender que todos los pobres, independientemente de su condición, debían ser sostenidos por la sociedad. Opuestos a este están Miguel de Giginta y Alonso Pérez de Herrera, conscientes de la situación de Castilla en el XVI, se percataron que muchos de esos pobres eran fingidos y harán una distinción entre pobres verdaderos y pobres fingidos, que serían obligados a trabajar. Este debate tuvo gran influencia en el pensamiento económico altomoderno. En la Inglaterra de Isabel I, a mediados del XVI, se crearon las workhouse, que procuraban alimento y sustento a los pobres a cambio de trabajar para el sostenimiento de la sociedad. La cuestión sobre la pobreza comenzará a solucionarse cuando se empiece a ser más severo con los pobres.
- Trabajo. El cristianismo va a empezar el trabajo como un elemento económico. Tradicionalmente, la tradición cristiana veía el trabajo como algo positivo y todo aquel que realizara un trabajo debería recibir un salario.
- Usura e Interés. Partiendo de la idea de que la riqueza era sospechosa, la persona que prestaba era dudosa moralmente. En la ley romana esto era concebido como delito de extorsión y posteriormente denominado usura, que era pecado. Esto crea un grave problema dificultando el desarrollo económico.
Pero, ¿qué va a idear el pensamiento teológico para salvar estos temas?
Se pondrán en marcha diferentes soluciones. La más importante será la “teoría del núcleo celeste” (finales del siglo XV), una solución según la cual se permitiría el préstamo, que no podría llevar un interés, pero aquel que prestara sí podría recuperar lo que había prestado mas lo que hubiera ganado si lo hubiera invertido en otra actividad: es el coste de oportunidad.
Estos planteamientos van a ser básicos para la Escuela de Salamanca, compuesta por una serie de teólogos, y no economistas, que van a meditar sobre los problemas básicos de su tiempo. Autores como Martín de Azpilicueta, entre otros, van a reflexionar sobre los problemas que traían los cambios tomando como punto de partida la tradición bajomedieval. Con la Escuela de Salamanca y Martín de Azpilicueta será el primer momento en que se va a explicar la teoría cuantitativa del dinero. El siglo XVI es el período de la revolución de los precios y muchos dijeron que se debía a la llegada de oro y plata de América. Fisher desarrolla la teoría cuantitativa de los precios en el XV y Jean Bodin después.
Los autores que representan el pensamiento bajomedieval son Santo Tomás de Aquino y Nicolás de Oresme.
SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274)
Gran figura del escolasticismo medieval cuyo pensamiento forma parte de la filosofía católica oficial que ha seguido vigente hasta nuestros días. Nace cerca de Nápoles, de familia de la alta aristocracia italiana, entró en la Orden de los Dominicos. Estudió en Colonia y París, donde llegó a ser profesor. Sus escritos constituyen un sistema de pensamiento coherente y amplio que trata de reconciliar la fe con el conocimiento racional y que se basa en el aristotelismo (Spiegel, 1987: 77).
Comenzó a reflexionar ante los cambios económicos de su época desde un punto de vista teológico sobre el problema del monopolio. En el norte de Italia y otras zonas europeas habían irrumpido los gremios, totalmente reglamentados. Santo Tomás hará una crítica a los gremios y notará que los precios están muy altos; hace unas primeras reflexiones hacia el temor de la revolución de los precios y el precio justo.
El precio justo es uno de los problemas de la economía medieval. Los juristas civiles y eclesiásticos seguían la tradición del Derecho Romano que recogía la laesio enormis o “violación excesiva”. Las leyes romanas clásicas habían sostenido la libertad de contrato y regateo y habían impuesto pocas o ninguna restricción a los precios ajustados en el trato. En la doctrina y en la práctica legales de la Edad Media, la regla laesio enormis se extendió y se hizo posible acudir a los tribunales y poner en duda la validez de una transacción en la que el comprador hubiera tenido que pagar más del 50% de sobrecargo sobre el precio justo o en la que el vendedor hubiera percibido menos de la mitad de dicho precio (Spiegel, 1987: 82).
Santo Tomás recoge sus planteamientos acerca del precio justo en la Summa. Para él, el valor de una cosa es su precio justo y, si el precio de venta se desvía de él debe procederse a la restitución de la diferencia al comprador o al vendedor. La desviación del precio justo no necesita ser tan grande como la requerida por el Derecho Civil, pero sí debe ser “considerable”; exigencia debida a que el precio justo no es algo “absolutamente exacto”, sino más bien algo que debe calcularse aproximadamente (Spiegel, 1987: 82). No especifica cuál es el valor o precio justo de una cosa, que incluye la materia prima y el salario, pero sí que no se debe buscar el enriquecimiento. Se está empezando a entender que el trabajo forma parte de la producción.
Spiegel (1987: 83) recoge una interpretación que dice que no era necesario especificar el precio justo debido a que los juristas y teólogos habían alcanzado ya un acuerdo establecido y conocido: el precio justo era el precio en curso que prevaleciera en un determinado lugar y en un tiempo dado y podía ser fijado por cualquier persona honesta. También San Agustín, en La Ciudad de Dios, dice que “cada cosa tiene un diferente valor que es proporcional a su utilidad”.
Para Santo Tomás, los intereses era algo perverso que debía proscribir la ley civil, al igual que había hecho la ley moral. Tal beneficio, y también el derivado del comercio, era moralmente perseguible.
Pero la prohibición medieval del interés es contraria a las ideas de los juristas romanos, y al final de la Edad Media, cuando las oportunidades para el uso productivo del capital iban aumentando, la prohibición se interpretó de tal manera que no sólo no impidió el desarrollo económico sino que pudo incluso acelerarlo (Spiegel, 1987: 85).
En cuanto a la usura, ya en época moderna, se reconoció poco a poco que la entrega de los propios fondos constituye en sí misma una pérdida y que el dinero en mano tiene para el que lo posee un valor mayor que el dinero futuro.
Desde el siglo XIII, se asentó que todo anticipo de dinero, porque implicara una pérdida eventual, porque se dejara de ganar o porque se arriesgara el capital, justificaba una compensación o interés. El interés se convirtió entonces en la usura legítima y se hizo una distinción entre usura tolerada y usura prohibida (Pirenne, 1974: 104).
La regla del precio justo y la doctrina de la usura a veces han sido interpretadas como un artificio ideado, no para declarar ilícito el interés, sino para mantenerlo dentro de unos límites moderados (Spiegel, 1987: 92).
NICOLÁS DE ORESME (1320?-1382)
Trabajó para la monarquía francesa, era consejero, astrónomo, teólogo. Escribe un tratado, Origen, Naturaleza, Derecho y Mutaciones de la Moneda, en el que reflexiona sobre los desórdenes de que habían sido responsables los reyes franceses, al recurrir a la falsificación o adulteración del dinero.
Lanzó una idea: el príncipe, gobernante o monarca, no debía oponerse al comercio sino favorecerlo para que beneficie al pueblo, ya que con súbditos ricos los impuestos son mayores, lo que beneficia a la monarquía y permite asentar su poder. El rey debía crear leyes que favoreciesen el comercio y de este modo poner las bases políticas necesarias y favorables para la actividad mercantil. El mercantilismo es una idea propia de los siglos XVI-XVII, pero ya en el siglo XIV Nicolás de Oresme es defensor de esta idea que hace de la defensa del poder del rey o de los estados su objetivo último, por lo que no es extraño que tanto en el siglo XIV como en el XVI lleguen a conclusiones similares.
Nicolás de Oresme ha pasado a la historia del pensamiento económico por sus nociones sobre moneda, y es considerado por muchos como el creador del monetarismo. La diferencia entre la moneda actual y la de su época es su valor intrínseco. La moneda era de un metal noble (oro, plata), a lo que se unía el valor nominal que le daba el monarca y que era siempre el mismo. Pondrá en marcha una corriente que vinculaba la moneda con la monarquía y plantea el papel del príncipe o de los Estados en la economía y en la moneda particularmente. Con él surge una “teoría del dinero” que en aquel momento era muy elemental y se basaba en puntos como que el príncipe debía determinar el peso, valor, etc. de la moneda, y que el rey debe ser el máximo beneficiario de la moneda. Además, va más allá de esta idea y esboza conceptos básicos sobre la teoría de la moneda como premio de acuñación.
Según Oresme, para que la moneda sea estable propone esta teoría: el valor nominal, que marca el rey, y el valor intrínseco debía ser similar, y se enfrenta a un problema que soluciona dando un valor nominal mayor para que el coste fuera menor, incluyendo los gastos de acuñación, para lo que el príncipe puede exigir unos derechos de monedaje que podrá obtener mediante una pequeña diferencia a su favor, entre el valor intrínseco de la moneda y su valor nominal.. Con esto defiende que el rey asegure la estabilidad de la moneda, para lo que podía contar con la ayuda de los parlamentos para impedir que devaluase la moneda en beneficio propio.
Con Nicolás de Oresme tenemos unas primeras idas sobre la moneda que han permanecido en el pensamiento económico que defendía la estabilidad monetaria y el papel del rey en esta empresa; según Nicolás, cualquiera que atentara contra esta estabilidad debía ser perseguido. Sería perseguible y condenable el cambio, custodia y cambio de moneda, la usura y la alteración de la moneda, mecanismos que no deberían ser retribuidos. Además, la alteración de la moneda era un delito que, se consideraba, atentaba directamente contra el rey.
Bibliografía
- Spiegel, H. W., El desarrollo del pensamiento económico. Barcelona, 1987.
- Pirenne, H., Historia económica y social de la Edad Media. Madrid, 1974.
Los temas del pensamiento bajomedieval-altomoderno son: la pobreza, el trabajo y la usura e interés:
- Pobreza. Las raíces últimas del debate de la pobreza se encuentran en el cristianismo. Desde el pensamiento cristiano, la riqueza es sospechosa, mientras que la pobreza está más próxima a la virtud, planteamiento que dará lugar en el siglo XVI a un debate muy rico. La pobreza es de origen divino y de orden providencial y tratar de hacer fortuna con el trabajo, que debía ser objeto para mantenerse en la condición en que cada cual ha nacido, y no para enriquecerse, es caer en la avaricia, que es pecado (Pirenne, 1974:17). Dentro del cristianismo, el pobre es un sujeto que debe ser mantenido por la sociedad, creando un problema económico que irrumpe en un debate en el que, progresivamente, el pobre va perdiendo su situación ventajosa.
En Castilla, Fray Domingo de Soto va a defender que todos los pobres, independientemente de su condición, debían ser sostenidos por la sociedad. Opuestos a este están Miguel de Giginta y Alonso Pérez de Herrera, conscientes de la situación de Castilla en el XVI, se percataron que muchos de esos pobres eran fingidos y harán una distinción entre pobres verdaderos y pobres fingidos, que serían obligados a trabajar. Este debate tuvo gran influencia en el pensamiento económico altomoderno. En la Inglaterra de Isabel I, a mediados del XVI, se crearon las workhouse, que procuraban alimento y sustento a los pobres a cambio de trabajar para el sostenimiento de la sociedad. La cuestión sobre la pobreza comenzará a solucionarse cuando se empiece a ser más severo con los pobres.
- Trabajo. El cristianismo va a empezar el trabajo como un elemento económico. Tradicionalmente, la tradición cristiana veía el trabajo como algo positivo y todo aquel que realizara un trabajo debería recibir un salario.
- Usura e Interés. Partiendo de la idea de que la riqueza era sospechosa, la persona que prestaba era dudosa moralmente. En la ley romana esto era concebido como delito de extorsión y posteriormente denominado usura, que era pecado. Esto crea un grave problema dificultando el desarrollo económico.
Pero, ¿qué va a idear el pensamiento teológico para salvar estos temas?
Se pondrán en marcha diferentes soluciones. La más importante será la “teoría del núcleo celeste” (finales del siglo XV), una solución según la cual se permitiría el préstamo, que no podría llevar un interés, pero aquel que prestara sí podría recuperar lo que había prestado mas lo que hubiera ganado si lo hubiera invertido en otra actividad: es el coste de oportunidad.
Estos planteamientos van a ser básicos para la Escuela de Salamanca, compuesta por una serie de teólogos, y no economistas, que van a meditar sobre los problemas básicos de su tiempo. Autores como Martín de Azpilicueta, entre otros, van a reflexionar sobre los problemas que traían los cambios tomando como punto de partida la tradición bajomedieval. Con la Escuela de Salamanca y Martín de Azpilicueta será el primer momento en que se va a explicar la teoría cuantitativa del dinero. El siglo XVI es el período de la revolución de los precios y muchos dijeron que se debía a la llegada de oro y plata de América. Fisher desarrolla la teoría cuantitativa de los precios en el XV y Jean Bodin después.
Los autores que representan el pensamiento bajomedieval son Santo Tomás de Aquino y Nicolás de Oresme.
SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274)
Gran figura del escolasticismo medieval cuyo pensamiento forma parte de la filosofía católica oficial que ha seguido vigente hasta nuestros días. Nace cerca de Nápoles, de familia de la alta aristocracia italiana, entró en la Orden de los Dominicos. Estudió en Colonia y París, donde llegó a ser profesor. Sus escritos constituyen un sistema de pensamiento coherente y amplio que trata de reconciliar la fe con el conocimiento racional y que se basa en el aristotelismo (Spiegel, 1987: 77).
Comenzó a reflexionar ante los cambios económicos de su época desde un punto de vista teológico sobre el problema del monopolio. En el norte de Italia y otras zonas europeas habían irrumpido los gremios, totalmente reglamentados. Santo Tomás hará una crítica a los gremios y notará que los precios están muy altos; hace unas primeras reflexiones hacia el temor de la revolución de los precios y el precio justo.
El precio justo es uno de los problemas de la economía medieval. Los juristas civiles y eclesiásticos seguían la tradición del Derecho Romano que recogía la laesio enormis o “violación excesiva”. Las leyes romanas clásicas habían sostenido la libertad de contrato y regateo y habían impuesto pocas o ninguna restricción a los precios ajustados en el trato. En la doctrina y en la práctica legales de la Edad Media, la regla laesio enormis se extendió y se hizo posible acudir a los tribunales y poner en duda la validez de una transacción en la que el comprador hubiera tenido que pagar más del 50% de sobrecargo sobre el precio justo o en la que el vendedor hubiera percibido menos de la mitad de dicho precio (Spiegel, 1987: 82).
Santo Tomás recoge sus planteamientos acerca del precio justo en la Summa. Para él, el valor de una cosa es su precio justo y, si el precio de venta se desvía de él debe procederse a la restitución de la diferencia al comprador o al vendedor. La desviación del precio justo no necesita ser tan grande como la requerida por el Derecho Civil, pero sí debe ser “considerable”; exigencia debida a que el precio justo no es algo “absolutamente exacto”, sino más bien algo que debe calcularse aproximadamente (Spiegel, 1987: 82). No especifica cuál es el valor o precio justo de una cosa, que incluye la materia prima y el salario, pero sí que no se debe buscar el enriquecimiento. Se está empezando a entender que el trabajo forma parte de la producción.
Spiegel (1987: 83) recoge una interpretación que dice que no era necesario especificar el precio justo debido a que los juristas y teólogos habían alcanzado ya un acuerdo establecido y conocido: el precio justo era el precio en curso que prevaleciera en un determinado lugar y en un tiempo dado y podía ser fijado por cualquier persona honesta. También San Agustín, en La Ciudad de Dios, dice que “cada cosa tiene un diferente valor que es proporcional a su utilidad”.
Para Santo Tomás, los intereses era algo perverso que debía proscribir la ley civil, al igual que había hecho la ley moral. Tal beneficio, y también el derivado del comercio, era moralmente perseguible.
Pero la prohibición medieval del interés es contraria a las ideas de los juristas romanos, y al final de la Edad Media, cuando las oportunidades para el uso productivo del capital iban aumentando, la prohibición se interpretó de tal manera que no sólo no impidió el desarrollo económico sino que pudo incluso acelerarlo (Spiegel, 1987: 85).
En cuanto a la usura, ya en época moderna, se reconoció poco a poco que la entrega de los propios fondos constituye en sí misma una pérdida y que el dinero en mano tiene para el que lo posee un valor mayor que el dinero futuro.
Desde el siglo XIII, se asentó que todo anticipo de dinero, porque implicara una pérdida eventual, porque se dejara de ganar o porque se arriesgara el capital, justificaba una compensación o interés. El interés se convirtió entonces en la usura legítima y se hizo una distinción entre usura tolerada y usura prohibida (Pirenne, 1974: 104).
La regla del precio justo y la doctrina de la usura a veces han sido interpretadas como un artificio ideado, no para declarar ilícito el interés, sino para mantenerlo dentro de unos límites moderados (Spiegel, 1987: 92).
NICOLÁS DE ORESME (1320?-1382)
Trabajó para la monarquía francesa, era consejero, astrónomo, teólogo. Escribe un tratado, Origen, Naturaleza, Derecho y Mutaciones de la Moneda, en el que reflexiona sobre los desórdenes de que habían sido responsables los reyes franceses, al recurrir a la falsificación o adulteración del dinero.
Lanzó una idea: el príncipe, gobernante o monarca, no debía oponerse al comercio sino favorecerlo para que beneficie al pueblo, ya que con súbditos ricos los impuestos son mayores, lo que beneficia a la monarquía y permite asentar su poder. El rey debía crear leyes que favoreciesen el comercio y de este modo poner las bases políticas necesarias y favorables para la actividad mercantil. El mercantilismo es una idea propia de los siglos XVI-XVII, pero ya en el siglo XIV Nicolás de Oresme es defensor de esta idea que hace de la defensa del poder del rey o de los estados su objetivo último, por lo que no es extraño que tanto en el siglo XIV como en el XVI lleguen a conclusiones similares.
Nicolás de Oresme ha pasado a la historia del pensamiento económico por sus nociones sobre moneda, y es considerado por muchos como el creador del monetarismo. La diferencia entre la moneda actual y la de su época es su valor intrínseco. La moneda era de un metal noble (oro, plata), a lo que se unía el valor nominal que le daba el monarca y que era siempre el mismo. Pondrá en marcha una corriente que vinculaba la moneda con la monarquía y plantea el papel del príncipe o de los Estados en la economía y en la moneda particularmente. Con él surge una “teoría del dinero” que en aquel momento era muy elemental y se basaba en puntos como que el príncipe debía determinar el peso, valor, etc. de la moneda, y que el rey debe ser el máximo beneficiario de la moneda. Además, va más allá de esta idea y esboza conceptos básicos sobre la teoría de la moneda como premio de acuñación.
Según Oresme, para que la moneda sea estable propone esta teoría: el valor nominal, que marca el rey, y el valor intrínseco debía ser similar, y se enfrenta a un problema que soluciona dando un valor nominal mayor para que el coste fuera menor, incluyendo los gastos de acuñación, para lo que el príncipe puede exigir unos derechos de monedaje que podrá obtener mediante una pequeña diferencia a su favor, entre el valor intrínseco de la moneda y su valor nominal.. Con esto defiende que el rey asegure la estabilidad de la moneda, para lo que podía contar con la ayuda de los parlamentos para impedir que devaluase la moneda en beneficio propio.
Con Nicolás de Oresme tenemos unas primeras idas sobre la moneda que han permanecido en el pensamiento económico que defendía la estabilidad monetaria y el papel del rey en esta empresa; según Nicolás, cualquiera que atentara contra esta estabilidad debía ser perseguido. Sería perseguible y condenable el cambio, custodia y cambio de moneda, la usura y la alteración de la moneda, mecanismos que no deberían ser retribuidos. Además, la alteración de la moneda era un delito que, se consideraba, atentaba directamente contra el rey.
Bibliografía
- Spiegel, H. W., El desarrollo del pensamiento económico. Barcelona, 1987.
- Pirenne, H., Historia económica y social de la Edad Media. Madrid, 1974.
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